Novela, capítulos

"Luna de otoño" es una historia desgarradora basada en hechos reales, donde el maltrato físico y psicológico, marcará la vida de la protagonista.
Luna de otoño, nos adentra en el corazón de una mujer que ha tenido que luchar desde muy temprana edad, para poder superar los agravios que la vida le ha mostrado. Desde una experiencia traumática sufrida con tan solo 5 años, hasta la enfermedad padecida siendo aún una niña.
De una adolescencia en la que ha sido utilizada y vejada a manos de la persona que tanto ama, a una madurez en la que su corazón despierta a la vida, mostrándole aquello que creyó perdido para siempre, el verdadero amor.
Pero estos hechos la harán más fuerte y constante y no desistirá en su lucha por la libertad y el amor que tanto anhela. Luchará contra viento y marea por su sueño, aunque en el camino deba renunciar a algo verdaderamente valioso.

Una historia de amor, de luchas internas, ilusiones traiciones y dolor que no dejará indiferente al lector.








2ª Edicción de Luna de otoño, recién sacada del horno. Una edicción especial.
Justo al año de salir publicada la primera edicción de Luna de otoño, aparece esta segunda con nuevas sorpresas.
Os preguntaréis que por qué después de tanto tiempo, ¿Verdad?
Cuando llegó la primera edicción a mis manos y la leí, me di cuenta de que faltaba algo. Volví a leerla y volví a pensar lo mismo.
Como muchos sabéis, está basada en hechos reales, por lo que en un principio evité algunos detalles, diálogos, etc. Me pasé muchos meses sin poder promocionar la novela por problemas de salud, y en ese tiempo decidí que debía actuar, y así hice.
Cogí de nuevo el manuscrito de la novela, después de haberla leído y releido, comencé a sacar esos momentos que había dejado guardados en un cajón; sentí la necesidad de dejarlos libres .
El tiempo me daba esa oportunidad, para dejarlos volar libremente.
También he querido cambiar portada, para inmortalizar en ella una de las secuencias más emotiva de la historia de Sofía.
Marcos DK. Ha sido el encargado de dar vida en este dibujo a Sofía y Álvaro, dos personas enamoradas, que tendrán que luchar con tesón si quieren vivir ese amor sin trabas.

CAPÍTULOS PARA LEER


 
Aquí puedes leer algunos capítulos de la novela.

Capítulo VI

Habían pasado varias semanas desde ese día. Diego llevaba días llamándola por teléfono, pero

cuando veía que era él, Sofía cortaba la comunicación.

Diego, cansado de las negativas de su novia a verle, decide actuar de otra manera.

En casa de Sofía suena el teléfonillo del portal.

                  -¿Quien es?... -pregunta ella, extrañada por la hora que era.

                  -Sofía, soy Diego, no me iré de aquí hasta que no hablemos.

                  -¿Pero qué haces aquí, Diego?... ¿Has visto la hora que es?

                 - Sí, sé que es tarde, y lo siento si te he molestado, pero necesito hablar contigo.

Sofía se asoma a la ventana, le ve allí esperándola, después de haber estado tantos días sin verle se da

cuenta de que no puede vivir sin él, se siente de alguna manera enganchada a su vida, es más fuerte el

 amor que siente que cualquier otra cosa que él pueda hacer.

                  -Mamá, voy un momento abajo, ahora vuelvo.

                  -¿Abajo dónde?... ¿No has visto la hora que es?... ¿Quién ha llamado?

                  -Si solo es un momento, es Diego que me tiene que decir algo.

                  -¿Y es tan importante que no puede esperar a mañana?

                  - Mamá, por favor, no seas así.

                  -Anda, dile que suba y habláis aquí en casa, no son horas de andar por la calle.

                  - Pero mamá es un tema privado.

                  - Y donde pensais hablar ¿en el portal?... porque a estas horas ya no hay nada abierto.

                  - Habláremos en su coche, así no molestaremos a papá que duerme.

                  - Mira que sois cabezotas, hacer lo que querais, pero no tardes que yo ya me voy a la

cama, y mañana hay que madrugar.

                  - Si mamá, me llevo las llaves.

Sofía bajó deprisa las escaleras, tenía ganas de verle, pero también sabía que no merecía su interés

por lo que había hecho.

Sofía vio el verde de sus ojos más apagado que de costumbre, estaban tristes, llorosos. Sabía que

había estado llorando y eso la enterneció bastante.

                  - Hola cielo, ¿que tal te encuentras? - Diego no apartaba sus ojos verdes de los de ella,

estaba preciosa, necesitaba saber cuanto antes.

                  - Estoy bien, no te preocupes por mi. ¿Te importa si hablamos en el coche?

                  - Si claro, vamos. - Diego no sabía como actuar, se moría de ganas por tocarla, por decirle

 lo guapa que estaba, pero sabía que debía esperar.

Una vez dentro del coche, Sofía se sienta de medio lado recostada en la puerta del copiloto, para

tenerlo frente a ella.

                  - ¿Qué quieres decirme que corre tanta prisa? - Intentaba aparentar indiferencia, quería

mostrarse de manera que el viera qué poco le importaba lo que tuviera que contarle, pero bien sabía

ella que se estaba mintiendo así misma. Deseaba abrazarle, besarle y decirle cuanto le amaba.

                  - Necesitaba saber de ti, como te encuentras, y... - Diego se sintió  bloqueado, llevaba días

repasando lo que quería decirle, pero ahora que la tiene junto a él, le es imposible no sentirse turbado

ante ella después de lo ocurrido aquella tarde.

                  - ¿Y?... dime, qué quieres decirme. - Sofía nunca le había visto tan cohibido, pensó que tal

 vez fuera una estrategia para ablandarla.

                  - Y decirte lo mucho que te echo de menos. - Por fin lo había soltado, a partir de ahí pensó

 que sería más fácil poder llegar a ella.

                  - ¿Eso es todo lo que tienes que decirme, que me echas de menos?

                  - Sofía siento todo lo ocurrido, siento haberte decepcionado de esta manera.

- Se podía apreciar como le temblaba la voz. Ella intentaba seguir pareciendo fria, distante, pero era

 imposible cuando aquellos ojos la miraban con tanta tristeza y arrepentimiento.

                  - Diego, lo que hiciste fue algo horrible, me entregaste a otro hombre solo por diversión.

 - Sofía estaba apunto de llorar, pero consiguió controlarse ante él.

                  - No eso no, no digas eso por favor, nunca haría nada que te hiciera daño, solo por

diversión.

                  - Entonces no entiendo, cada vez lo entiendo menos.

                  - Estaba equivocado mi amor, pensé que podría ser positivo para ti, pero me equivoqué,

nunca debí hacerlo. - Diego se siente tan arrepentido que agacha la cabeza avergonzado y comienza a

 llorar. Sofía le sujeta de la barbilla y levanta su cara acercándose más a él para tenerle cerca. Ve

como sus ojos verdes se han tornado de un tono más grisáceo, y las lágrimas no dejan de caer por sus

mejillas.

Ella al verle así ya no puede más, sabe que lo que hizo no tiene perdón, pero es tanto el amor que

siente por él que no puede soportar verle así.

                  - Sabes que lo único positivo para mí es estar contigo y que tu me quieras y me cuides, el

resto no me interesa.

                  - Lo siento, lo siento muchísimo haberte creado tanto dolor, te quiero tanto...

                  - Diego por favor deja de llorar, no soporto verte así.

Con el dorso de su mano ella seca sus lágrimas al hombre que ama, y que le está suplicando su

perdón. Coge su cara entre las manos y le mira fijamente a los ojos, le besa en los labios con ternura.

 Él no se lo espera y la mira callado, pidiendo con la mirada una respuesta a su petición de perdón.

Los ojos de ella le están diciendo que no se preocupe, que le ama.

Él busca su boca, que sedienta se abre ante él entregándose a la pasión.

                   - Cariño te amo, no puedo vivir sin ti. - Se entregan a un derroche de besos apasionados,

 las respiraciones van siendo más agitadas, dejando claro la excitación de sus cuerpos.

Diego con su mano derecha busca la palanca del asiento de ella para tumbar el respaldo, mientras la

izquierda la sujeta para tener a su princesa lo más cerca posible.

                   - Diego no, no es el momento.

                   - Perdona creí que te apetecía.

Sofía y Diego estaban bastante excitados, se deseaban mutuamente, pero Sofía no quería aunque

deseaba tanto entregarse a sus deseos...

Sus miradas hablaban por sí solas.

                  - Sofía ¿en realidad no te apetece sentirme dentro de ti?... Yo mira como estoy. - Y con su

 mano derecha hizo un gesto para que ella fijara la vista en su entrepierna.

                  - Lo siento, no creo que sea lo correcto Diego, no en este momento.

                  - Pero lo deseas ¿verdad?... dime la verdad cariño. - Preguntó acariciando su rostro suave

y aterciopelado.

                  - Lo deseo con toda mi alma.

                  - ¿Por qué no olvidas por un rato los prejuicios? Nos queremos, ¿por qué no dar rienda

 suelta a nuestro amor?

Sofía se siente tonta por ir en contra de sus deseos, pero le estaba costando mucho reconocerlo.

                  - Diego, aqui no se puede, nos verían si apareciera alguien.

                  - Puedo llevar el coche hacia el descampado, y quedarnos junto a la acera, allí no hay

nadie. - Después de pensarlo, Sofía estuvo de acuerdo, deseaba sentirlo, besarle y que le hiciera el

amor.

Una vez junto al descampado, y como dos animales hambrientos deseando saciar su apetito, él se

cambia al asiento de ella, que se abre para recibirlo cómodamente entre sus piernas.

Las caricias, los besos, los susurros van dejando muestra de la atracción sexual que existe entre los

dos.

Diego sube la camiseta de tirantes de Sofía hacia arriba dejando unos pechos pequeños pero

perfectos, al descubierto. Su lengua jugueteaba alrededor del pezón provocando que este creciera y se

 endureciera. Sofía tiraba de la camiseta negra de Diego, con fuerza, quería sentir su exuberante y

perfecto pecho, contra su propio cuerpo.

Diego se recreó en sus pezones, sabía que era su punto débil, y no podría resistirse, mientras ella

acaricia su musculatura, era impresionante sentirse unida a un cuerpo como el de Diego, como si

formara parte de él.

Diego desabrochó nervioso el diminuto short de Sofía y tiró de él; bajo una transparente braguita se

podía apreciar de forma triangular el vello púbico de su chica. Diego besó cada centímetro de su piel,

 recorriendo desde su cuello hasta llegar al lugar prohibido, y colocando la palma de su mano sobre

su vientre, acercó desafiante su dedo pulgar a través de la braguita. Sofía cada vez se sentía más

excitada, pero cuando el dedo llegó al punto exacto, ella dio un respingo a la vez que emitió un

gemido de placer.

Diego pudo comprobar la excitación extrema que tenía, y desabrochó su pantalón, bajándolo a la vez

 que el boxer negro.

Su miembro completamente erecto e hinchado se erguía como un pavo real frente a su dama,

necesitaba urgentemente aliviar la carga que llevaba. Sofía la cogió entre sus manos y acarició con

mimo, mientras él con sus dedos tiró con fuerza de la braguita de ella arrancándola de su cuerpo.

Sus cuerpos ardían en deseo de ser uno solo, y acomodándose uno al otro, Diego entró en ella con

delicadeza pero con unas ganas impresionantes de cabalgarla. Sofía hundía sus dedos en la espalda de

 su amado, su sexo dilatado recibía con placer su miembro que cada vez con más fuerza entraba y

salía de su cuerpo, haciéndola rendirse ante él.

Sus pelvis se movían al mismo ritmo mientras en el casette del coche sonaba "Romeo y Julietta" del

grupo preferido de ella, Dire Straits.

Los dos estaban a punto de estallar, sus cuerpos se contoneaban, sus ojos se dilataban al llegar a un

punto en que los dos fueron uno. Como si una fuerza superior los hubiera invadido cada vez con más

fuerza, se retorcieron y convulsionaron de placer, con la llegada de un orgasmo que recorriendo sus

cuerpos, quedaron inmersos en un calor y estremecimiento, que aún fuera de ella, sentían las

contracciones en su sexo.

Diego era un gran amante, siempre había tenido bastante éxito con las mujeres, se diría que

demasiado.

Sofía era muy joven, y todo lo que había aprendido respecto al sexo había sido gracias a él, por lo que

 la había enseñado todo sus gustos, y a darle placer, al igual que a ella a disfrutarlo. La había

amoldado a él.

Cuando todo ha acabado, se sienten tan agotados que necesitan recuperarse quedando tumbados uno

encima del otro.

                  - Ha sido expectacular, eres una mujer impresionante. Te quiero.

                  - Yo también te quiero Diego, y te juro que a veces no sé qué pensar, me vuelves loca.

                  - Necesito tenerte junto a mi, prometo que no te vas a arrepentir, te daré una vida llena de

 felicidad, nunca te faltará de nada.

Sofía siente cómo su vida depende de él, le ama con locura, pero también sabe que su corazón está

encadenado de alguna manera a él. No le importa, después de este acto de amor está segura de lo que

le ha demostrado.

Se visten y la deja en su portal, se despiden con un beso apasionado, y quedan para verse al día

siguiente.

En poco tiempo, Sofía ha cambiado su deseo de dedicarse en un futuro al dibujo, por el de buscar un

trabajo que le ayude en sus gastos.

Sus padres quieren que se centre en los estudios y que no trabaje, ya que no le falta de nada, pero ella

 quiere empezar a valerse por sí misma, quiere demostrarle a sus padres que no es la niña mimada y

enfermiza que ellos creen que es, y que de sobra sabe sacarse las castañas del fuego cuando es

necesario.

En su afán de hacer ver que es bastante autosuficiente, Sofía no se da cuenta de que existen

momentos en la vida en los que a pesar de nuestra propia seguridad, siempre necesitamos a alguien

cerca, alguien que sepamos que podemos contar con él cuando las fuerzas flaquean, y nadie mejor en

 estos casos que tus propios padres, que nunca te fallan.

Sofía, por mediación de un conocido de los padres de Diego, comienza a trabajar en una empresa de

moda bastante importante, de 8 de la mañana a 4 de la tarde.

Desde un principio entra directamente en la sección de corte y diseño, el lugar ideal para ella, ya que

 le encanta el diseño y patronaje.

Allí conoce a la única persona que la entendería, a la confidente que conocerya su historia, una joven

 llamada Nuria dos años mayor que ella, alegre y siempre dispuesta a ayudarla, una persona positiva

que de todo hacía un chiste para sacar una sonrisa a su amiga en momentos negativos. Ella sería su

apoyo incondicional.

Cuando Sofía regresaba de su trabajo, iba a la escuela de dibujo donde pasaba otras 3 horas. El ritmo

que llevaba era agotador, pero se sentía muy bien -aunque debido al poco tiempo que le quedaba

disfrutaba menos de la compañía de su prometido- pero sabía que su esfuerzo serviría para un futuro

próximo, ya que Diego le había pedido en varias ocasiones que se fuera a vivir con él a su casa,

porque quería compartir su vida con la mujer a la que amaba. Sofía sabía que sus padres no lo

permitirían, y entonces prometió a su novio que en cuatro meses, cuando cumpliera los 18 años, se

 iría con él, quisieran o no, ya que se sentía completamente unida a ese hombre, y no concebía una

vida sin él.

Los meses pasaron deprisa, entre el trabajo y los estudios apenas le daba tiempo de mucho más, cada

día estaba más contenta y ansiosa de que llegara el momento de partir.

Ya lo había comunicado en casa dos veces para ver la reacción de sus padres, y fue como se

imaginaba, las dos veces acabaron discutiendo de malos modos.

Su hermana le había aconsejado que no lo hiciera.

                  -Sofía, por qué no te centras en el dibujo, en los estudios, eres demasiado joven y tal vez

pasado un tiempo tus pensamientos vayan por otro lado. Sigue tu sueño, acaba los estudios de dibujo

y después si sigues pensando lo mismo os casáis.

                  -Sara, veo que papá y mamá te han absorbido el cerebro, hablas por sus bocas. ¿No

comprendes que mi sueño es estar con él, con Diego?

Parece mentira que tú me digas eso, cuando te quedaste embarazada a propósito solo para casarte

cuanto antes con David.

                  -Sabes que eso no fue así, me quedé embarazada sin buscarlo, fue un accidente- responde

Sara, bastante molesta con su hermana.

                  -¿Un accidente?... pues bien contentos estábais aquel día después de la noticia en casa,

cuando entré en la cocina y os encontré hablando. Un segundo antes había escuchado con claridad

alguna de vuestras confidencias, que si papá y mamá supieran no creo que les gustara.

Sara se quedó blanca, había sido descubierta por su propia hermana.

Sofía estaba cada día más decidida a irse a vivir con Diego. Nadie le quitaría esa idea de la cabeza, ya

 que era su felicidad la que estaba en juego.

Nuria le animaba a que siguiera con ese sueño, a que luchara por ello.

Un día que se encontraba bastante agobiada por el estrés y la ansiedad que le causaba toda esta

situación, su amiga la invitó a pasar la tarde en su casa al salir de la fábrica para que cambiara el chip

y dejara de pensar en sus problemas familiares.

Sofía debía asistir a sus clases de dibujo pero ese día lo dejó pasar, necesitaba distraerse un poco.

Llamó a casa y avisó de que llegaría más tarde, argumentando que iban a trabajar unas horas extras.

La madre vio innecesario aquello, ella siguiendo con el engaño la convenció diciéndole que debían

quedarse para adelantar una partida.

Estaba cansada de ser la niña tonta, la que siempre se queda en casa y obedece en todo.

Esa tarde Nuria y ella se fueron al piso que se había comprado su amiga, allí tenía montado una

especie de santuario, con varias fotografías de Bob Marley. Hacía tres años que había fallecido y

Nuria era una fans incondicional.

A ambos lados en el suelo había colocadas unas cachimbas, a Sofía esto le causó gracia, no

imaginaba que su amiga disfrutara de aquellas cosas.

                  -¡Nuria, qué chulada!, ¿Sabes?...siempre he sido una fans de la música reggae. ¿Tu sabías

que Bob Marley, junto con otros dos músicos, Peter Tosh y Bunny Wailer formaban el grupo The

Wailers?... Fue por el año 1963, y representaron el grupo más conocido que hizo la transición a las

tres etapas de la música popular jamaicana: ska, rocksteady y reggae. Pero sin duda el rey para mí

siempre ha sido Bob Marley, qué pasada.

                  -Vaya con la mosquita muerta, no sabía yo que trataba con una experta en música reggae-

dijo Nuria, sonriendo a su amiga.

                  -No te burles, al ver que a ti también te gustaba me acordé de ese detalle, nada más-

contestó Sofía, un poco turbada por la respuesta de su amiga.

                  -Anda, vamos a preparar algo para comer. ¿Qué te apetece?

                  -Si te digo la verdad, estos horarios cada día me tienen más descolocada, llego a casa y la

 comida que tiene mi madre preparada apenas si me la como.

                  -Pues debes comer. Si te parece, haremos una buena ensalada con tomate, lechuga,

espárragos blancos, atún, aceitunas, brotes de soja, y si quieres cocemos un par de huevos.

                  -Hummm... me parece perfecto. ¿Sabes que se me ha abierto el apetito según ibas

nombrando los ingredientes?

Las dos amigas rieron y se pusieron manos a la obra.

Después de comer, se acomodaron en unos cojines en el suelo que su amiga utlizaba como asientos.

Nuria comenzó a preparar la pipa que tenía a su derecha, la mas pequeña.

Sofía la miraba asombrada y curiosa sin decir nada, y cuando hubo acabado el ritual le demostró a su

 amiga como debía de hacer para que no le diera la tos y no se ahogara. Pero era la primera vez que

hacía algo así, solo había que verla para darse cuenta, y en cuanto imitó lo que Nuria había hecho le

dio un golpe de tos que casi la hizo vomitar.

Las risas comenzaron a surgir, y la preocupación que tenía con respecto a sus padres se evaporó por

completo. Ese sería su primer contacto con las drogas...y su primer contacto... con alguien de su

 mismo sexo.

Acabaron en un estado en que le fue imposible regresar a casa.

Llamó a Diego para que fuera a por ella, pero Diego no estaba, así que tuvo que volver a llamar a su

casa y decir a sus padres que se quedaba esa noche con Nuria porque habían acabado muy tarde.

Sus padres pusieron pegas, como de costumbre, incluso su padre estaba dispuesto a ir a recogerla,

pero no tuvieron más remedio que renunciar.

Nuria se preparó la ducha para ir a dormir, y una vez hubo terminado, llegó el turno de Sofía, que

disfrutaba con el agua resbalando por todo su cuerpo, cuando su amiga le acercó una toalla de baño.

Nuria se quedó mirando a través del cristal de la mampara la silueta de su amiga. Al darse la vuelta

 esta y ponerse mirando hacia fuera se percató de que no estaba sola en el baño, y abrió la mampara.

 Allí se encontraba Nuria observándola sin pestañear.

                  -Gracias por la toalla, Nuria.- Pero Nuria seguía allí quieta, observando a su amiga.

                  -¿Por qué me miras así?

                  -¿Sabes una cosa, Sofía? Nunca me había fijado en lo hermosa que eres. Siempre te vi

como una gran amiga, guapa sí, pero no imaginaba lo que escondías bajo tu ropa.

Sofía quedó muy extrañada por las palabras de su amiga. Tenía entendido que le gustaban los

hombres más que el chocolate, según ella misma había dicho en alguna ocasión.

Se acercó a la ducha donde se encontraba ella, y con sus dedos rozó con sumo cuidado uno de los

pezones rosados, que al tacto de los dedos se endureció.

Sofía no sabía qué hacer ni qué decir, pero aquella caricia le había agrada do bastante.

Nuria dejó caer la bata que llevaba puesta quedando desnuda delante de Sofía, cogió la mano de su

amiga y la acercó a su pecho. Sofía dejaba que la guiara, era la primera vez que acariciaba así a una

 mujer, y esa experiencia le gustó. Después Nuria, con las dos manos, comenzó a cariciar los pechos

de su invitada, mientras la besaba profundamente. Sofía se sentía mareada-habían fumado mucho-, se

 encontraba relajada, y se estaba excitando bastante.

Esa noche, Nuria y Sofía se aventuraron en un sinfín de caricias, besos y juegos sexuales.

Se encontraba tan bien en su compañía que lo deseaba, le gustaba lo que sentía, su cuerpo desnudo

vibraba a su lado de deseo, y entre sus manos consiguió disfrutar de dos deliciosos orgasmos.

A la mañana siguiente se despertaron temprano para ir a trabajar, entraron en la ducha mientras una a

 la otra masajeaba la espalda...el cuerpo...y se acariciaban.

Comenzó una relación que ninguna de las dos se había planteado, únicamente había surgido sin más,

de una forma natural sin pudor y llena de cariño por ambas partes.

Sofía se sentía feliz, Nuria le daba lo que en ese momento necesitaba.

Este sería el principio de una relación en la que el cariño y la amistad jugaba un papel importante. En

 sus juegos, en sus besos, no había morbo como podría pensarse, sino un sentimiento y atracción

irremediable.

Las dos partes eran gustosas de esta atípica relación, compañera...amiga... amante.

Desde aquel momento Sofía se levantaba mas contenta con ganas de llegar al trabajo cada mañana

para verla.

Era una persona tan positiva que para Sofía era una inyección de energía, de fuerza, algo que ella

necesitaba en esos momentos, y compartían una complicidad total y absoluta.

Cada fin de semana Sofía llevaba algunas de sus pertenencias a casa de Diego, libros...la ropa de

 verano...cajas de zapatos... Artículos que ni sus padres sabían que iban desapareciendo de su cuarto,

todo para que el día señalado no tuviera que hacer una gran mudanza con todas sus cosas.

A la semana de su cumpleaños, una noche se lo comunicó a sus padres: ese fin de semana se iría a

vivir con Diego.

                  -Hija, eres demasiado joven; aún te quedan cosas por hacer antes de irte de casa, además

desde niña tu sueño fue casarte por la iglesia, y ahora vienes diciendo que te vas así de repente, de

verdad no llego a entenderlo-. Su padre, al verla tan convencida, quiso hacerla ver que era muy joven,

 que esperara un año más, sacara primero sus estudios de dibujo, todo fuera por hacer tiempo. Tiempo

 para que Carlos pudiera comprobar la realidad de sus sospechas  -deseaba en el alma estar

confundido- pero algo le decía que Diego no era trigo límpio.

                  - Papá, no hace falta que me case para saber que quiero compartir mi vida con Diego,

además es bueno convivir con la pareja antes de casarse, y si todo sale bien puede que algún día

lleguemos a pasar por el altar.

Sofía estaba demasiado segura de lo que hacía y no había manera de persuadirla.

Su madre estaba bastante disgustada con la decisión de su hija, y muy preocupada por si de nuevo

 aparecían las crisis y no estaba ella a su lado, ya que era la que mejor conocía su problema y sabía

como reaccionar en esos momentos tan críticos.

Hacía tiempo que no sufría ninguna pero sus padres siempre estaban alertas por si ocurría de nuevo.

Después de discutir sobre el tema durante más de una hora, Sofía se fue a la cama bastante enfadada

por la actitud de sus padres al intentar convencerla para que renunciara a una vida junto a su gran

amor.

Eso le dio aún más fuerza si cabe, para luchar por ello.

Llegó el sábado. Sofía se había levantado muy temprano para ir recogiendo lo que quedaba de sus

cosas personales; sabía que cuando saliera de allí pasaría tiempo hasta volver a pisar aquella casa, y

se sentía frustrada por el comportamiento de sus padres. No entendía por qué no lo aceptaban, por

qué su hermana tuvo menos problemas que ella, aún estando embarazada.

Lo que sí tenía muy claro es que ella jamás hubiera hecho tal cosa por estar con su pareja.

No concebía una pareja sin hijos, pero cada cosa a su tiempo, y ahora tocaba disfrutar de la vida junto

 a su chico.

Cuando hubo recogido todo y hecho la cama, salió dispuesta a llamar por teléfono a Diego para que

 fuera a recogerla, pero se encontró con su madre en el pasillo.

                                  -¿Donde vas a estas horas?

Ella, sin prestar apenas atención, le dijo lo que ya sabía.

                                  -Me voy a vivir con mi novio, ya lo sabéis, y espero que no creéis un drama por

ello.

Su madre estaba triste, le daba la sensación de que había fracasado en su papel de madre, de que algo

 no había hecho bien, y sabía que si Sofía se iba de casa su vida ni su vida ni la de su esposo serían

las mismas, ya que vivían por y para ella. Siempre había sido la más vulnerable, pero en esos

momentos se dio cuenta de que de nada había servido todo lo que quiso inculcarle desde niña.

                  -¿Pero no te das cuenta de que las cosas no se hacen así, Sofía?... Espérate al menos dos

 meses, tres...

No te estoy pidiendo que renuncies a él, eso no, pero piensa bien, hija, lo que vas a hacer, porque no

es tan fácil convivir en pareja por mucho que se amen dos personas.

No imaginas el disgusto que nos vas a dar con tu marcha.

Sofía hizo oídos sordos, siguió con su tarea, llamó a Diego y le dijo que ya estaba preparada para

cuando quisiera.

Su padre al escuchar a su esposa y a su hija, se levantó de la cama.

                  -¿Se puede saber qué pasa?

                  -Carlos, la niña se nos va a vivir con Diego-dijo su madre entre lágrimas-.

                  -¿Pero aún sigues con la cabezonería de irte de casa? Sabes que no estarás mejor en

ningún sitio como con tus padres, ¡qué te crees que vas a hacer!

Sofía estaba cansada de repetir lo mismo una y otra vez.

                  -Mira papá, me voy a ir os pongáis como os pongáis, es mi vida, quiero ser feliz junto a él,

 nos queremos ¿es que no podéis entenderlo?... ¿tan difícil es?...

Sofía levantó el tono de voz más de lo esperado, se sentía nerviosa por la situación.

Carlos no pudo más y emprendió una discusión con ella, en la que su hija se encaraba a él como

nunca antes había hecho.

Carlos estaba muy nervioso por la situación al ver que perdía a su hija de esa manera.

Pero las palabras que pronunció no fueron las más adecuadas, debido a la desesperación que sentía.

                  - Solo te diré una cosa: Si te vas de casa no vuelvas nunca más-. Y, levantando la mano, le

 soltó una bofetada, que le dolió a él mucho más que a ella.

Su madre le suplicaba llorando, su padre agachó la cabeza y tapándose con las manos la cara, se

derrumbó en el sillón.

Después de aquellas palabras y ese bofetón que nunca antes su padre le había dado, Sofía fue directa

 a su dormitorio y, cogiendo sus cosas, abrió la puerta y salió corriendo escaleras abajo.

Sus ojos estaban inundados en lágrimas al igual que los de sus padres, y aunque los quería

muchísimo, sin embargo no podía quedarse más tiempo en esa casa, ahora ya no.

Cuando bajó a la calle, anduvo hasta la esquina, a los pocos minutos apareció el coche de Diego, y

este, al ver la cara de Sofía llena de lágrimas, guardó silencio imaginando lo que había ocurrido.

Acomodaron todos los bultos en el maletero y pusieron rumbo a una nueva vida.

La discusión con sus padres le había nublado lo que esperaba fuera un día alegre de ilusiones y

sueños por realizar.

Sofía estaba inmensamente triste por ellos, pero era su vida y tenía todo el derecho a ser feliz, aunque

 más adelante se daría cuenta de que donde ella creía que encontraría su felicidad no era precisamente

 el destino acertado.

Capítulo VII

Llevaban cinco meses viviendo juntos. La vida con Diego era un sueño, él la cuidaba y la amaba; era un hombre muy especial, preocupándose siempre por su bienestar.
Algunos fines de semana viajaban a la costa, junto a sus cuñadas con las que había conectado muy bien desde un principio. Eran las pequeñas de los cinco hermanos, Rocío y Piedad.
Se trataba de una gran familia, y la querían mucho.
Su suegra Elena era una mujer encantadora, siempre preocupándose por ella -la llamaba casi a diario- y Sofía la visitaba varias veces en semana. Siempre regresaba a casa con alguna nueva receta gastronómica para sorprender a su novio, ya que era una gran cocinera.
Sofía seguía trabajando y estudiando, y cuando llegaba a casa comenzaba la hora de entrenamiento.
Diego era su preparador físico; cada tarde, en la parte trasera de la casa donde habían acondicionado una gran sala de juegos como gimnasio, dedicaban una hora a prepararse físicamente. Era obsesión lo que Sofía sentía por su bienestar, y no porque le sobraran kilos. Más bien lo que quería era fortalecer los músculos, sabía que Diego le daba mucha importancia a ello, y era él el que la inició en el arte de mimar su cuerpo.
Al acabar los ejercicios, finalizaban con unos largos en la piscina, y después se relajaban y se preparaban para una cena ligera.
Sofía estaba encantada con la vida que llevaba junto a Diego, aunque a veces se acordaba de sus padres. Más de una vez quiso marcar el número de teléfono y decirles cuánto los echaba de menos, pero sabía que no era tan fácil, bien claro se lo dijo su padre.
Si te vas no vuelvas. Esa frase jamás se iría de su cabeza.
Había noches que realmente se sentía muy triste por ello. Diego nunca le preguntó por sus padres, ni siquiera le dijo que los llamara, era como si para él hubieran muerto, había conseguido lo que buscaba: apartarla de ellos y llevársela a su terreno.
Sofía siempre pensó que lo hacía por no hacerla pasar un mal rato recordándolos, pero no era necesario, ya que los llevaba siempre en su corazón.

Un viernes por la noche, Diego le propuso pasar ese fin de semana en casa, disfrutando  de una buena película y de intimidad.
A Sofía le pareció una excelente idea, le apetecía muchísimo. Para ella su casa era su paraíso, allí se sentía feliz.
A la mañana siguiente, un sábado, alguien llamó por teléfono. Diego contestó y pasó bastante tiempo hablando con alguien que ella no llegaba a adivinar.
Cuando colgó el auricular le anunció a su novia que tendrían invitados, irían unos amigos a cenar.
A ella no le agradó mucho la noticia, porque había pensado pasar un día romántico con él a solas, y ahora debía ir a comprar alguna cosa para preparar la cena de esa noche.
                  -Será una barbacoa en el jardín, cariño. Así podremos disfrutar de un bañito en la piscina.
                  -Pero... ¿cuántos son los que van a venir?
                  -Son tres parejas, y ya los conoces: Fernando, Eduardo y Antonio con unas amigas, ya verás como lo pasamos muy bien.
Según iba pasando el día Sofía se fue animando.
                  -Tal vez tienes razón, será una pequeña fiesta. La verdad es que hasta ahora no hemos hecho ninguna con amigos.
                  - Claro que sí cariño, verás como disfrutas.
Habían preparado todo lo necesario para la barbacoa, tan solo faltaba que llegaran los comensales. Mientras tanto regaron todo el césped y la zona donde cenarían.
Se sentaron a esperar mientras saboreaban un sabroso mojito bien frío con su yerbabuena y hielo picado que refrescaba allá por donde pasaba.
Alrededor de las nueve llegaron las tres parejas, hicieron las presentaciones y se sirvieron unos cubatas.
Eduardo era un hombre alto, más o menos como Diego, pero su pelo era castaño claro, sus ojos azules y su nariz aguileña. Siempre había tenido muy buen trato con Sofía, pues era un muchacho sumamente atento y cariñoso.
Fernando era algo más bajito que Eduardo, pero de una talla considerable, teniendo en cuenta que Diego y Eduardo medían más de 1,80 m. Tenía el pelo negro al igual que sus ojos y un lunar bastante llamativo en la mandíbula; Fernando no era tan cercano como su amigo Eduardo, pero compensaba la cercanía del otro con su magnífico sentido del humor.
Antonio era el que más tiempo había pasado con Diego, se conocían prácticamente de siempre y su relación era la misma que la que tenía con sus hermanos.
Era más delgado que ellos, pero con unas espaldas bastante anchas y musculosas, al igual que sus piernas y sus brazos que demostraban lo deportista que era.
La natación era su vida, ya tenía en su haber varios trofeos que le acercaban cada vez más a los mundiales del 84. Dedicaba gran parte de su tiempo diario a los entrenamientos.
Era pura simpatía, con una sonrisa amplia y contagiosa que hacía que allá donde estuviera no faltaran chicas a su alrededor. Sus ojos eran color miel al igual que su pelo que parecía llevar con mechas más claras debido a los rayos del sol.

Las chicas eran mayores que ella, a Sofía le parecieron simpáticas, pero sobre todo le parecieron un trio un tanto original.
Lidia, Silvia y Karen parecían sacadas de un concurso de misses: dos rubias y una morena, pelo largo, misma altura, mismo físico.
Sofía al verlas, lo primero que le vino a la cabeza fue la muñeca Barbie super star.
Tal vez fuera una cría y por eso lo pensó, pero era una estampa bastante peculiar; no podían decir que el físico no importaba, sería ridículo después de traer a su casa mujeres así.
Los chicos eran amigos de Diego desde que iban a la escuela, ninguno tenía compromiso con ninguna de las chicas, eran los típicos solteros dispuestos a disfrutar del momento.
A Sofía le dio la sensación de que Diego conocía muy bien a las muchachas por la manera en que se dirigía a ellas y estas le trataban, pero no prestó atención a ello, no quería saber más de lo que necesitaba, era su cometido no preocuparse de nada que no fuera con ellos dos. Lo demás le daba igual...o al menos eso quería aparentar.
Siguieron bebiendo bromeando, y la barbacoa se fue espaciando en el tiempo, todo eran risas, chistes malos, y sobre todo mucha hierba.
                  - Antonio, como se presente tu entrenador, creo que vas a tener alguno que otro problemilla. - Dijo Diego a su amigo por haber hecho caso omiso de sus dietas y cuidados ese día.
                  - Sabes que me he pensado bastante el venir esta noche, pero ya está bien que salga un día, no creo que vaya a haber ningún problema; hasta el martes no tengo entrenamiento. - Respondió Antonio algo preocupado, ya que siempre había respetado los consejos de su entrenador, y había llevado todas sus indicaciones a la perfección.
Los amigos habían llevado Marihuana, Sofía ya había fumado con Nuria y con Diego en el tiempo que vivían juntos, pero esta era la primera vez que lo hacía en grupo, y mezclando con alcohol. La mezcla de alcohol y María empezó a dar sus frutos, y las risas fueron seguidas por un calor inmenso que hizo que todos se despojaran de sus ropas.
Sofía se quedó con el biquini que llevaba puesto, pero no así las chicas que quedaron con una diminuta ropa interior que apenas tapaba lo justo.
Los chicos se unieron a la fiesta desnudándose completamente y tirándose a la piscina.
Ella se estaba empezando a sentir un poco mareada, era consciente de que había mezclado alcohol con Marihuana y ella no estaba acostumbrada, pero la fiesta seguía y se dejó llevar, estaba en su casa si se encontraba mal se tumbaba y no habría mayor problema.
Las risas no paraban, sonaban como lejanas en su cabeza, pero la fiesta prometía, al menos eso decían todos. Sofía seguía el juego aunque en realidad no sabía de qué trataba.
Una vez dentro de la piscina empezaron a desnudarse las chicas, los chicos las tocaban las besaban, daba igual a quien, ya que todos participaban en el mismo juego.
Diego cogió a Sofía y le quitó la parte superior del biquini, ella quedó un poco desconcertada.
                  - ¿Qué haces, por qué me quitas esto?... - Preguntó a Diego, algo turbada por la situación.
                  -Tranquila cariño, disfruta, deja que tu cuerpo se sienta libre.
Cuando quiso darse cuenta se encontraba  completamente desnuda dentro del agua, sentía sensaciones nuevas realmente se sentía liberada, a gusto, era una experiencia muy agradable.
Se encontraba jugando con Diego cuando por detrás la agarró Eduardo cogiéndola de la cintura y apoyándola en sus piernas, Sofía sintió su miembro apretándose a su cuerpo, y dando un sobresalto buscó con la mirada a Diego que se había alejado de ella, no sabía donde estaba.
                  - Tranquila fierecilla, no te voy a hacer daño. Eres muy hermosa ¿lo sabías? - Le susurraba Eduardo en el oído a Sofía, mientras, sus manos acariciaban sus pechos, a la vez que la besaba en el cuello.
Sofía intentaba separarse de él, no quería sentir su miembro apretando contra sus muslos.
Cada vez se sentía mas afectada por la mezcla de marihuana y alcohol, Eduardo la giró hacia sí y comenzó a besar sus pechos, a acariciar su sexo. Sofía se encontraba atontada por el efecto de lo que había tomado, y aunque luchaba por separarse de él, estaba prácticamente fuera de juego, apenas tenía fuerzas, no era en modo alguno suficientemente consciente de lo que Eduardo estaba haciendo.
Diego había dejado a su mujer en manos de su amigo, y parecía estar más que conforme con esa situación ya que al regresar de la cocina con unas copas y una botella de cava que fue depositando a cada uno de los invitados, su sonrisa morbosa le delataba.
Diego sacó del agua a Sofía bastante mareada mientras guiñaba un ojo a su amigo le dijo:
                  - Ahora dentro de un rato podrás seguir lo que empezaste. - Mostró una sonrisa maliciosa, y cogió en brazos a su mujer. La subió al dormitorio, secó sus cuerpo y la tumbó en la cama , acto seguido y posando un beso en sus labios le dedicó unas palabras:
                  - Mi princesa, hoy vas a subir a lo más alto, hoy disfrutarás como nunca lo has hecho, y yo disfrutaré sabiendo que eres feliz.
Le dio a beber un poco de agua con una pastilla para que descansara.
Al poco rato Sofía dormía plácidamente, Diego asegurándose de ello, dejó la puerta del dormitorio entreabierta, y bajó al jardín.
Los demás habitantes habían salido del agua, se sirvieron otra copa de cava mientras se secaban.
                  - ¿Que tal chicos? ¿os apetece jugar un rato?
                  - ¿Ya está dormida? - Preguntó Eduardo a Diego.
                  - Si, le he dado un relajante para que descanse y mañana se sienta mejor.
                  - ¿Se encuentra mal Sofía? - Preguntó Antonio, ajeno a lo que habían preparado para la fiesta.
                  - No, únicamente está descansando, pero si queréis podemos subir y vosotros mismos lo podéis comprobar.
Antonio no entendía muy bien de lo que iba aquel juego, pero el alcohol y los porros le tenían bastante colocado, pues no estaba acostumbrado como el resto del grupo, por lo que era indiferente a  lo que viniera, estaba dispuesto a pasarse del límite esa noche.
Terminaron de secar sus cuerpos e invitados por el anfitrión de la fiesta subieron hasta su dormitorio.
Allí descansaba Sofía desnuda, sin sospechar ni tan siquiera que un grupo de personas la estaban observando y felicitando a su amigo por la hermosa mujer que tenía a su lado.
La primera persona en acercarse a ella fue Lidia, una de las chicas. Se arrodilló junto a ella, la besó en los labios y fue bajando su lengua, paseando por sus pezones.
Diego animó al resto del grupo a que se unieran a la fiesta, a la cual Sofía estaba incluida sin haberlo decidido por ella misma. Mientras Lidia besaba y acariciaba su cuerpo, otra de las chicas, Laura acariciaba su sexo, mientras ella misma se masturbaba.
Todos desnudos se fueron uniendo al juego. Caricias, besos, mezcla de fluidos que caldeó el ambiente poniendo a todos encendidos de deseo.
Sofía estaba totalmente drogada, no era consciente de nada de lo que allí estaba ocurriendo debido a la pastilla que su novio le había hecho ingerir.
Diego se acercó y agarrando de las caderas a Karen la sentó sobre él, la besó y acarició, después se dirigió a su novia, la besó y puso su mano entre sus muslos acariciando su sexo, los chicos observaban impacientes por seguir el juego, de esta manera animó de nuevo a Eduardo para que acabara lo que había empezado en la piscina.
Éste sin dudarlo comenzó a tocar su cuerpo a besarla, y al llegar a su sexo miró a Diego buscando su aprobación, éste asintió con la cabeza, Eduardo separando las piernas a Sofía se aventuró a probar su néctar. Todos observaban mientras el resto se dedicaban besos y más caricias.
Al cabo de un rato, Eduardo se colocó entre sus muslos y con unas marcadas ansias de gozar de ese hermoso cuerpo regalo de su amigo, la penetró dejando salir de su boca un gemido que podía perfectamente dar crédito a las ansias que tenía de poseerla.
Diego se sentía feliz, disfrutaba viendo como su mujer era penetrada por otro hombre, eso le excitaba muchísimo, tanto que colocó a una de las chicas al lado de ella, y cubriéndola con su cuerpo la penetró insistentemente bastante excitado, mientras disfrutaba mirando a su novia dormida, y a su amigo gimiendo de placer.
Él cada vez empujaba con más fuerza, mirando la cara de su chica, escuchando a su lado a su amigo como estaba a punto de correrse dentro de su princesa, y en cambio cuanto más pensaba en ello, más ansias de penetrar tenía, y más excitado se sentía.
Los gemidos, jadeos y orgasmos se escuchaban a su alrededor. Sus amigos no perdían el tiempo, y las chicas parecían ser incansables.
Diego no pudo más, el ambiente olía a sexo y Eduardo comenzó a empujar con fuerza dentro de Sofía, mientras ella apenas ni se inmutaba.
Se escucharon dos orgasmos; Diego y su amigo habían disfrutado de un polvo a costa de Sofía. Eduardo dentro de ella, su pareja, observándola.
La fiesta duró hasta altas horas de la madrugada. Sofía no fue consciente de nada de lo que allí había ocurrido, ni siquiera de la vez que, después de haber sido utilizada por Eduardo, animado por Diego, fue otro de los amigos el que quiso seguir la fiesta, y más tarde Antonio, gran amigo hasta ese momento también de Sofía.
Sofía tan solo en alguna ocasión emitía un leve gemido de malestar, de molestia, pero a Diego eso no le preocupaba, sin ningún pudor seguía animando a sus amigos mientras el cuerpo de Sofía era tratado como un juguete roto a capricho de los demás.
Él se sentía feliz, disfrutaba viendo aquello, poco le importaba que a su mujer la utilizaran así. Sofía fue violada por los amigos de Diego, y éste era el principal culpable por haberlo consentido, un culpable que jamás pagó su delito.
Ella no sentía pero padecía, ya que en su cuerpo había alcohol, droga y una fuerte dosis de benzodiacepinas que le había dado su pareja.

Cuando los invitados salían de la casa, felicitaron a su amigo por aquella magnífica y excitante fiesta.
Una vez solo, subió a su cuarto, y después de limpiar los restos de semen que habían dejado sus amigos en el cuerpo de Sofía, y como si nada hubiera ocurrido, la besó y le dio las buenas noches. A pesar de que Sofía seguía completamente dormida, Diego le agradeció su colaboración en esa fiesta tan maravillosa y tumbándose a su lado, se echó a dormir plácidamente.

A la mañana siguiente Sofía seguía dormida, no despertaba. Diego mojó su cara con agua pero no reaccionó. Llegó a pensar que tal vez se hubiera pasado con la dosis de la noche anterior, y eso le puso nervioso.
La intentó levantar pero era un cuerpo muerto, se caía, no reaccionaba. Diego empezó a darle pequeñas bofetadas en la cara para que despertara, pero no respondía.
Le hablaba, pero había sido fuerte la dosis ingerida al mezclarla con droga y alcohol, y estaba aún bajo los efectos.
Pasadas varias horas desde que empezara a intentar despertarla, comenzó a abrir los ojos, sentía un tremendo dolor de cabeza y unas inmensas ganas de vomitar.
No recordaba nada, pero se sentía morir de lo mal que estaba, incluso dolor por todo su cuerpo.
Preguntó a su novio qué había ocurrido la noche anterior, este, mintiendo como era habitual en él, le contó que se había mareado por la bebida y cuando la había subido a la cama los demás se habían ido.
Sofía quedó convencida con la respuesta, y sin apenas poder reaccionar, tuvo que ir
corriendo como pudo al baño a vomitar, después se metió en la ducha necesitaba un baño para refrescarse.
Desde allí llamó a Diego, que se acercó a ella para ver qué quería.
                  - Cariño, ¿anoche mantuvimos relaciones?... me siento rara, como si me hubiera pasado horas haciendo el amor, me duelen los muslos y siento bastante escozor en la entrepierna. ¿Y esto que es? - Sofía se reflejaba en el espejo de la mampara de la ducha, y vio que tenía moratones y cardenales en los muslos. Diego siguió con sus mentiras, era un experto en mentir a su pareja.
                  - A ver cariño, lo que ocurrió es que cuando te subí al cuarto para que durmieras, fuí a por un vaso de agua que me pediste, ¿no recuerdas?...  - Sofía no podía recordar nada, con lo cual Diego podía inventar lo que quisiera. - Cuando regresé a la cama estabas muy cariñosa y como sabes no soy de piedra.
                  - Pero ¿y los cardenales? ¿Cómo me los he hecho?
                  - Puede que fuera de la fuerza con la que me pedías que te penetrara, verdaderamente brujilla estabas, bufff nunca te he visto tan entregada. - Sofía se sentía dolorida y bastante confundida, supuso que con la cantidad de alcohol que bebió junto con los porros había conseguido algo que jamás hubiera imaginado en ella. En cierto modo en algo si tenía razón Diego, estaba entregada pero no por su propia voluntad.

Capítulo VIII

Pasaron los meses y la relación entre ellos dos iba genial, eran felices, aunque a veces a Sofía le asaltaban algunas dudas respecto a las amistades de su pareja, no sabía como decírselo a Diego ya que era su mejor amigo y no quería que entre ellos hubiera problemas, pero cada vez se iba complicando más, y estaba cansada y asustada, por lo que decidió que tendría que decírselo si no desistía en su propósito.
Últimamente Eduardo se dejaba caer a menudo por casa, y siempre cuando no estaba Diego, con la intención de estar a solas con ella.
Sofía no entendía a qué venía eso, pero estaba claro que él quería algo que ella no estaba dispuesta a darle, y en más de una ocasión tuvo que pedirle que se fuera de su casa.
En una de esas visitas, él la tenía acorralada, quería acostarse con ella por encima de todo, y sujetándola fuertemente la besó.
                  - ¡Suéltame, déjame en paz, vete de aqui!
Ella se defendió empujándole y propinándole un golpe con la rodilla que fue a parar a sus testículos.
Eduardo, lleno de dolor y de rabia por no conseguir lo que quería, le soltó lo que nunca le hubiera gustado escuchar a Sofía.
                  - Sí, me iré pero antes te diré algo que seguramente no te gustará escuchar, pero lo mereces por idiota, por no saber aprovechar las oportunidades.
                  - ¿Qué tienes que decirme tú?...  ¿Di qué me vas a decir?...  Será mejor que te guardes tus palabras para darle una explicación a tu amigo cuando le cuente lo que estás intentando hacer desde hace tiempo. ¡¡Largo de aqui!!
                  - ¿Mi amigo? una explicación dice, jajajaja. A ver cuál te da él a ti, ya que parece ser que no lo sabes, pero... ¡Bien que te gustó la noche de la fiesta en el jardín!
¡Tanto te gustaba que ni siquiera te negaste, vaya detalle tuvo tu marido entregándote a los brazos de su mejor amigo!
Aquella declaración, junto con la burla y el sarcasmo que Eduardo estaba utilizando, dejó a Sofía paralizada y sin poder reaccionar.
No comprendía lo que estaba escuchando, lo que quería decir con aquellas palabras que tanto dolor le estaban causando, de pronto empezó a entender, de nuevo lo había hecho, había traficado con su cuerpo. No podía creerlo, una vez más sintió que la vida le daba la espalda, que nunca va a encontrar la estabilidad que creía tener con él, aunque nunca pudo imaginar que no sólo había sido Eduardo, sino también Fernando y Antonio.
Gritándole llena de ira y de dolor le pidió que saliese de allí y no volviese más.
Sofía, rota, no podía entender por qué Diego hacía tal cosa, por qué si se amaban no le importaba que otro la tocase y utilizase su cuerpo.

Cuando llegó Diego a casa Sofía estaba acostada encerrada en su habitación, no quería saber nada del mundo y mucho menos de él.
Estaba bastante afectada, y su cara lo decía todo, ya que no había parado de llorar desde que se enterara de la noticia.
Diego subió las escaleras mientras la llamaba pero no obtuvo respuesta, en cambio escuchó  un débil llanto, eso hizo que se preocupara y subió deprisa pensando que le había podido ocurrir algo grave, pero al llegar a la puerta y ver que estaba cerrada se imaginó que tenía que ver con él. No era la primera vez que tenía motivos para pensarlo ya que era un profesional en mentir y en utilizarla.
Se detuvo ante la puerta sin saber qué hacer, le habló para intentar calmarla, pero ella no respondía, únicamente le pidió que la dejase en paz.
Bajó al garaje y de una caja de herramientas cogió un destornillador para desmontar la cerradura, pero cuando llegó arriba, se percató de que la puerta del dormitorio estaba abierta y Sofía ya no estaba allí.
Diego empezó a ponerse nervioso, comenzó a llamarla, pero Sofía no respondió; era como si se la hubiera tragado la tierra. Salió al jardín pero estaba desierto, esa época del año no era el lugar más apropiado para sentarse a reflexionar.
Miró por cada rincón de la casa pero Sofía no estaba.
Decidió subir, aunque no podía imaginar haber decidido subir ahí, pues en más de una ocasión había sentido miedo al acceder a esa parte de la casa.
Sofía únicamente quiso quitarse de en medio, para que él utilizara su dormitorio y su baño, al fin y al cabo era su casa. Ella cogiendo sus cosas personales, se había mudado a la buhardilla, allí podrá estar sola y reflexionar sobre todo lo ocurrido.
Diego apareció en la puerta pidiendo explicaciones del por qué montaba ese circo.
                  - Eres un degenerado, un mentiroso, ¿por qué haces esto? Ha estado tu amigo aquí y me lo ha contado todo.
                  - ¿Qué amigo? ¿qué te ha contado?
                  - Eduardo me ha contado lo que ocurrió el día de la fiesta en el jardín, y lo que hicísteis conmigo.
Él como de costumbre negó todo dejando a su amigo como un mentiroso, pero sabía que Sofía no quedaba convencida, ya no la convencía tan fácilmente por eso decide utilizar el plan B, el que terminaba siempre utilizando.
                  - Sofía tranquilízate por favor. Siempre estás igual, ya sabes lo que pienso, y estoy convencido de que todas esas experiencias te harán mucho bien.
Necesitas disfrutar de una vida sexual plena, sana y libre.
                  - ¿Plena, sana y libre? - Pregunta Sofía. ¿Cuándo me tenías tan drogada que ni sentía ni padecía? ¿Eso es para ti una vida sexual plena, sana y libre?...
Además de un degenerado, eres... eres... - Sofía no encontraba palabras para definir lo que sentía en esos momentos. No encuentra una explicación a todo eso y acaban discutiendo, cada uno termina en una punta de la casa.
Diego después de varios días sin compartir cama, ni conversación con su mujer le pide perdón, y le dice cuanto la amaba. Sofía había empezado a dudarlo ya que no entendía por qué hacía tales cosas, por qué se comportaba de esa manera.
A partir de ese momento Sofía estuvo siempre alerta a todo, había perdido casi toda la confianza que tenía en él, pero le seguía amando como el primer día. Todo esto provocó en Sofía una gran depresión.
Se desahogaba con Nuria, su mejor amiga, la que sabía colmarla de lo que necesitaba en cada momento.
Sofía en compañía de Nuria llegó a consumir cocaína. La dejaba en un estado en el que olvidaba todos los malos recuerdos, todo lo sucio que había en su vida, se sentía entre nubes de algodón y eso es lo que ella necesitaba en momentos tan críticos.
Dejó de lado el dibujo, algo que siempre le había apasionado, ya no le interesaba seguir perdiendo horas en la escuela, y ese tiempo lo aprovechaba con Nuria en su casa, tiradas en cojines y completamente drogadas.
Su aspecto había desmejorado bastante, su delgadez llegaba a alertar a su pareja y a la familia de éste.
Diego intentaba ganársela de nuevo con regalos, sorpresas, pero ella seguía reacia a confiar como antes. Intentó convencerla para que la viese un médico pero Sofía se sentía bien, tan solo era un cambio en el metabolismo según sus palabras.
Con el paso del tiempo Sofía iba recuperando un poco la confianza en él, sus cuidados eran sumamente irresistibles, pero a veces se frenaba porque la asaltaban de nuevo las dudas.

Diego le pidió que dejase el trabajo, la veía bastante desmejorada, y débil.
Él tenía suficiente dinero para mantenerla y para darle una buena vida de caprichos y viajes, pero Sofía quería seguir trabajando, más ahora que veía cómo su relación se tambaleaba.
Además no se imaginaba día tras día en casa metida sin otra cosa que hacer más que limpiar y cocinar.
Cuando su relación con Diego fue mejorando, iban espaciando las tardes con Nuria y regresó a sus clases de dibujo, mismas que acogía con ilusión y ganas. Esto hizo que su aspecto físico y emocional diera un cambio y se encontrara mucho mejor.

Faltaban unos días para Navidad, Sofía estaba de vacaciones en la empresa y aprovechó para hacer limpieza en la casa y preparar todo para las fiestas que se avecinaban. Siempre le había gustado adornar la casa de sus padres, todos los años ella y su hermana eran las encargadas de hacerlo, incluso cuando Sara se casó, y embarazada de ocho meses, se pasó toda una tarde junto a su hermana decorando el árbol y colgando adornos por todos lados.
Pero este año las Navidades se presentaban tristes, ya que serían las primeras que pasaría sin sus padres, sin su familia.
Muchas veces se preguntaba qué estarían haciendo en ese momento.
¿Estarían pensando en ella?
Se encontraba en su dormitorio mirando con cariño la fotografía de Mirian su sobrina; se preguntaba si a pesar de lo pequeña que era se acordaría de ella.
No aguantaba más llamaría a su hermana, tan solo la había llamado una vez desde que se había ido de casa y terminaron discutiendo, pero debía intentarlo de nuevo, era su hermana y la echaba tanto de menos...
Sin pensarlo dos veces marcó su número, no quería echarse atrás como ya le había ocurrido en otras ocasiones.
Escuchó varias veces la señal, cuando a punto estaba de colgar el teléfono su hermana contestó.
                  - ¿Dígame?...
Sofía apenas respiraba, no se atrevía a contestar, esperaba escuchar de nuevo la voz de su hermana. Sofía estuvo a punto de colgar el teléfono y dejarlo, seguramente volvería a echarle en cara lo que había hecho, y no le faltaban razones, pero quería demostrarle a sus padres que podía dirigir su vida sin ayuda de ellos, aunque se estaba dando cuenta de que no había sido tan buena idea.
Al fin decidió hablar.
                  - Sara soy yo, Sofía.
                  - ¡Sofía!... ¿estás bien?
                  - Sí, ¿la niña qué tal está?
                  - La niña está muy bien, y muy grande, pero dime... ¿Cómo te encuentras?, tenía muchas ganas de saber de ti, pero no dejaste ningún teléfono, y me ha sido imposible ponerme en contacto contigo.
Sofía le pidió que apuntase su teléfono, y pregunta por sus padres.
                  - ¿Cómo están papá y mamá?
Le temblaba la voz. Sabía que sus padres estaban sufriendo por su culpa.
                  - Desde que te fuiste no son los mismos, parece como si hubieran envejecido diez años de golpe, siempre que voy a verlos me preguntan si sé algo de ti, y cuando les digo que no, sus caras son el reflejo de la más amarga tristeza.
Sofía no aguantó más las lágrimas que empezaron a brotar por sus mejillas, apenas pudo hablar.
Tan solo acertó a decir:
                  - Diles que los quiero mucho, que estoy bien, espero que algún día puedan perdonarme por lo que hice.
Con lágrimas en sus ojos dejó el auricular en su lugar, y se refugió en la almohada.
Su vida no estaba siendo tan feliz como pensaba que sería. No cuando su pareja estaba actuando de esa manera, y en su vida faltaban las personas más importantes.

Al día siguiente a las 10 de la mañana sonó el teléfono.
Sofía había pasado mala noche dando vueltas pensando en su familia. Necesita verlos, abrazarlos, que supieran que les adoraba. Las fechas que se acercaban eran para pasar en familia; y aunque la familia de Diego la quería mucho, y se preocupaban bastante por ella...necesitaba a los suyos.
Descolgó el auricular sin ganas, con descuido; al otro lado se escuchó la voz de su madre, Sofía no pudo evitar emocionarse.
                  - ¡Mamáaa!...
                  - Hola mi vida, ¿qué tal estás? - Su madre intentó aguantar la emoción al escuchar a su hija. - ¿Te encuentras bien cariño?
                  - Sí mamá, estoy bien, pero os hecho mucho de menos.
                  - Sofía quiero verte, tu padre y yo necesitamos saber que estás bien, queremos sentirte cerca, ven a casa, y hablamos.
                  - Pero mamá, no puedo volver a casa, ¿recuerdas lo que me dijo papá?
                  - Eso es lo de menos hija, fue un momento muy duro para nosotros, y estaba desesperado pensando que te perdía. Sabes que papá te quiere con locura, cada día pensamos en ti.
                  - ¿Qué tal te encuentras hija? ¿Comes bien? ¿Eres feliz?
                  - Sí mamá soy muy feliz. - Contestó Sofía a pesar de no estar segura ya de cómo se sentía.
                  - Te esperamos hija, ¿cuándo vas a venir?
                  - No te preocupes mamá, antes de Navidad voy a veros.
Después de despedirse de su madre se sentía pletórica de alegría, sentía que su vida estaba casi completa, tan solo faltaba dar un paso más, volver a casa de sus padres y hablar con ellos.
Cuando llegó Diego a casa, Sofía le contó lo ocurrido, feliz, expectante, quiso compartir con su pareja tan buena noticia, pero Diego al contrario de lo que ella esperaba, la miró y le preguntó con despecho si pensaba volver a un lugar de donde la habían echado casi a patadas.
Ella quiso hacerle ver que fue ella la que decidió irse y su padre en un momento de nervios al ver que no podía retenerla había dicho aquellas palabras, pero que en realidad no las sentía.
Diego no estaba de acuerdo con lo que iba a hacer y así se lo hizo saber.
Ella se sintió de nuevo desilusionada, Diego no veía con buenos ojos esa reconciliación.
Incluso la hizo dudar, intentó hacerla creer que posiblemente querrían que volviese a casa y le abandonase.
Dejó pasar los días; no sabía qué hacer, cada vez estaba más perdida. Quedaba una semana para Nochebuena y necesitaba saber de ellos, pero temía que Diego se enfadase de nuevo con ella si deseaba pasar la noche en casa de sus padres.
Si al menos tuviera alguien a su lado que la aconsejara...
Pensó en Nuria, ella siempre era bastante sensata, aunque a veces le gustara disfrutar y jugar con cosas prohibidas que a vista de quien no la conocía, la hacía parecer más libertina, pero en el fondo era una gran mujer. Decidió llamarla.
Después de contarle sus deseos e inquietudes, Nuria le aconsejó, sin ninguna duda, que fuera a verlos, que disfrutase de su familia porque algún día no los tendría y sería demasiado tarde para dar marcha atrás.
Sofía se sintió mejor con las palabras de su amiga, siempre tenía una solución y alivio para todo, sin duda era la mejor persona que había conocido.
Ella sabía qué era lo que debía hacer, pero tan solo necesitaba que alguien se lo reafirmara y la hiciera darse cuenta de que Diego estaba siendo duro e injusto con ellos.

Ese día se levantó muy segura de lo que quería hacer. Recoge su cuarto y después de una ducha se arregla para salir, dejando una nota en la cocina para Diego, avisándole de que llegará por la tarde.
Durante el viaje a casa de sus padres le vienen muchos recuerdos a su memoria.
El primer recuerdo que tiene de su vida, es cuando sus padres compraron el apartamento en la costa, siendo desde entonces lugar de vacaciones en puentes y veranos, aunque siempre dejaban alguna semana para salir y conocer lugares nuevos.
Recordaba que tenía muchos amigos que no veía desde hacía tiempo, tal vez era hora de volver algún día con Diego, y de paso lo presentaría a todos sus amigos.
Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que había llegado el autobús a su calle, el estómago parecía que se le salía por la boca, de los nervios, y dio un respingo.

Cuando llamó al telefonillo, su madre la recibió con gran ilusión. Sofía subía las escaleras con inmensas ganas de llegar y abrazarse a su madre, necesitaba ese abrazo.
Al abrirse la puerta y verla no pudo controlar la emoción, tampoco lo deseaba. Las dos se fundieron en un caluroso y sincero abrazo entre madre e hija, cuando se separaron y miró de frente a su madre, recordó lo que su hermana le había dicho y pudo comprobarlo por sí misma. Había envejecido muchísimo en esos 10 meses de ausencia.
                  - No te preocupes mi niña, mamá está bien, ahora estoy feliz por tenerte en casa.
                  - Lo siento mucho mamá, espero que me puedas perdonar el daño que os he causado.
Sofía sintió una inmensa tristeza al saber que era la culpable de ello.
Pasaron al salón, allí estaba su padre sentado en su sillón, al ver su cara pudo apreciar sus ojos más cansados, daba la sensación de haber estado fuera años.
Carlos al verla, se levantó y abrió sus brazos para cobijar a su pequeña en ellos,
                  - Sofía, hija.
Ella se cobijó en ese abrazo que tanto necesitaba, como cuando era niña, se sintió protegida, querida, a diferencia de que en esta ocasión los dos lloraban, se pedían perdón mutuamente.
                  - Perdóname papá, siento mucho todo lo que habéis sufrido por mi culpa.
                  - Chssssssssss, calla, cielo, no digas nada.
Estuvieron abrazados durante largo tiempo, llorando, hasta que Carlos miró a la cara a su hija.
                  - ¿Cómo te encuentras tú?
                  - Bien, papá, estoy bien.
                  - ¿Seguro?... te veo más delgada.
                  - Seguro papá, soy feliz con Diego.
                  - Necesitaba tanto escuchar esas palabras de tu boca...
Su madre los miraba sin dejar de emocionarse.
Estuvieron horas hablando, pasaron el día juntos, también su hermana y la niña se sumaron a la reunión. Sofía pudo abrazar a la niña de sus ojos, Miriam, que aún la recordaba a pesar de las dudas que ella tenía.
Sus padres quieren que pase la Nochebuena con ellos, pero Sofía ya se lo ha prometido a la madre de Diego.
Les cuenta cuanto la quiere y lo bien que se ha portado siempre con ella, por lo que quedan en que hablará con Elena y lo entenderá.
Se despiden con la esperanza de seguir en contacto.
Sofía se va radiante de alegría, está deseando llegar a casa, y contáselo a Diego, a pesar de que no le guste la idea, debe de saberlo ya que son sus padres, seguro que lo entenderá, piensa.

Cuando llega a casa, Diego está tumbado en el sofá frente al televisor con una cerveza en la mano, ella se acerca a besarle, pero él la evita. Sofía no comprende su reacción.
                  - ¿Qué es lo que te pasa?... - Pregunta un poco extrañada.
Diego le dirige una mirada de rabia, sus ojos verdes están teñidos de odio.
Sin saber a qué es debido vuelve a preguntar, piensa que es por otro motivo, no puede imaginar el odio que siente Diego hacia su familia.
Se levanta bruscamente y le echa en cara el haber ido a casa de sus padres después de lo que la hicieron.
                  - Cómo puedes ir a esa casa de donde se te ha echado a patadas. ¿No tienes un poquito de amor propio?
                  - Diego no es justo que los trates así cuando lo único que han querido siempre es lo mejor para su hija.
Diego más enfurecido aún...
                  - Si fuera con otro con el que te hubieras ido a vivir seguro que estarían más contentos, pero como soy yo, que saben que puedo ofrecerte mucho más de lo que ellos te pueden dar, eso a tu padre le jode bastante.
                  - Pero ¿cómo puedes decir eso? A veces pienso que no tienes corazón.
Se enzarzan en una gran discusión en la que Sofía no sabe qué hacer para calmarle, sabe que ahora es inútil hablar con él, sube las escaleras y se mete en su cuarto, allí rememora todo lo vivido con sus padres y su hermana esa tarde, y sin ninguna duda sabe que la quieren, jamás querrían nada que no fuese hacerle el bien.

Al día siguiente Diego se levanta y se va a su trabajo sin despedirse, nunca antes le había visto así, no comprende por qué ese odio hacia sus padres.
Sofía quiere compartir el reencuentro que ha tenido con ellos y llama a Elena, que como madre la entiende perfectamente, ya que la trata como a una hija.
La madre de Diego se alegra enormemente por haber dado el paso, y la hace ver que los padres únicamente quieren lo mejor para sus hijos, aunque a veces también se pueden equivocar, como humanos que son.
Pero lamentablemente su hijo no piensa igual, y tendrá que luchar contra ello.

Diego no aparece en todo el día por casa, cuando llega por la noche ni siquiera le dirige la palabra, se ducha y se va a dormir.
Sofía ve su reacción surrealista. Pues no concibe esa actitud.
No aguanta más y sube a hablar con él, sin dar tiempo a nada...
                  - Diego, quiero pasar la Nochebuena con mis padres y me gustaría que me acompañaras.
Diego, como si tuviera delante de sí a su mayor enemigo y mirándola con desprecio...
                  - ¡Tú estás loca! nunca se me ocurriría pisar una casa donde no soy bien recibido.
                  - Pero Diego.
                  - ¡He dicho que no! y tú tampoco irás, solo quieren separarnos, pero si eres inteligente nunca lo conseguirán.
Sofía está confundida, no sabe qué le ocurre, por qué dice tales cosas, pero deja el tema no quiere seguir con algo que puede crear una verdadera batalla campal.

Se va acercando el día y Sofía tiene que dar una respuesta a su madre.
La llama por teléfono y le cuenta una mentira piadosa para no preocuparles.
                  - Hola mamá, ¿qué tal estáis?
                  - Hola hija, aquí preparando ya las cosas para Nochebuena, que por cierto creí que me llamarías antes.
                  - Lo siento, hemos estado bastante liados, y se me pasaba. Pero siento mucho decirte que no podremos cenar con vosotros esa noche, este año se reunen toda la familia de Diego en el pueblo, y nos han pedido que no faltemos.
                  - No te preocupes, ya habrá más ocasiones, pasarlo bien, pero a la vuelta pásate por casa y comes con nosotros.
                  - Sí, mamá, no dudes que lo haré. Dale un beso a papá y otro para ti.
Os quiero.
                  - Nosotros también a ti, mi vida, cuídate mucho.
Su madre no es tonta, conoce a su hija y sabe la ilusión que tenía por cenar esa noche con ellos, pero deberá conformarse con lo que Sofía les de.
Sofía se siente fatal por tener que mentir a su madre, pero no puede hacer otra cosa si no quiere tener problemas con su pareja.

Pasan las Navidades en casa de sus suegros con la familia de Diego al completo. Él vuelve a estar tan normal y cariñoso como siempre, al final de nuevo consiguió lo que quería, tener a su mujer solo para él, alejada de los suyos.
Sofía le ama y no quiere crear ningún conflicto que pueda enturbiar más su relación, piensa que más adelante hablarán sobre ello y lo entenderá.

Un día antes de Reyes Sofía visita a sus padres, pasa el día con ellos y les lleva unos regalos. Sus padres le tienen preparado una sorpresa, un televisor para su dormitorio, algo que a ella le hace bastante ilusión ya que tenían pensado comprar uno, pareciera que le hubieran leído el pensamiento.
Después de pasar la tarde con ellos, su padre decide llevarla a su casa para transportar el televisor.
Es la primera vez que va allí, cuando ve aquella casa de dos plantas con un inmenso jardín y una piscina, le pregunta si es feliz viviendo así, ella muy segura de lo que dice le contesta que muchísimo y que los dos se quieren, pero Carlos no se convence del todo, menos al ver la casa en la que vive su hija; piensa que ese muchacho maneja demasiado dinero, tal vez más de lo que gana en su trabajo.
Sube el televisor a su dormitorio y después de tomarse un café se despide de su hija.

Diego llega bastante contento a casa con un regalo para su mujer, cuando sube al cuarto a esconderlo para el día siguiente ve el televisor en el dormitorio.
                  - Qué casualidad cariño, esta mañana estaba pensando en que teníamos que acercarnos a comprar uno, y mira por donde se te ha ocurrido a ti también.
Pero Sofía no quiere andar con mentiras como hace él, y le dice la verdad.
                  - No lo he comprado yo, es un regalo de mis padres. Lo ha traído él mismo.
Al enterarse que Carlos ha estado en su casa, la expresión de su cara cambia, transformándose en una bestia, da un golpe en la puerta con tal fuerza que rompe con el puño la madera, dejando su mano dañada.
                  - ¡¡No quiero gente como él en mi casa nunca más!!
Sofía se asusta, está bastante alterado, sigue sin entender por qué reacciona así, y comienza a llorar.
                  -  Quiero que entiendas que esta casa es nuestro paraíso. Aquí no puede entrar nadie con absurdas ideas negativas, con odio hacia mí, porque ese odio llegará a infectar nuestra hermosa relación, ¿comprendes?
Pero Sofía no ve esa relación de la que habla por ninguna parte. Él tiene una visión de la realidad muy diferente a la suya propia.
                  - Quiero que me prometas que no volverás a verlos, solo nos traerán problemas.
Sofía se siente tan asustada al ver como está...que se lo promete, todo lo que desea en esos momentos es que se tranquilice.

El día de Reyes lo pasa bastante triste, teniendo que disimular delante de su familia política.
Recibe varios regalos, entre ellos un vestido precioso y elegante, con unos zapatos de vértigo, como a ella le gustan, regalo de Diego. En cualquier otro momento le hubiera hecho muy feliz ese regalo, pero en esos momentos solo puede fingir dicha felicidad.